Sunday 8 September 2013

Superpoderes

Cuando era niña alguna vez imaginé que tenía un superpoder. Me hubiera gustado poder ser invisible, o, sobre todo, poder estar en más de un lugar al mismo tiempo.

Otra de las muchas cosas que no te dicen sobre el embarazo es que viene con un superpoder, pero este es tan, pero tan malo que, parafraseando al hombre araña, "it's (NOT) a gift, it's a curse".

Tengo el superpoder de oler más allá de lo evidente. Y lo odio.

Estoy segura que hay una explicación evolutiva para todo esto. Seguro nuestras antepasadas primitivas usaban esta habilidad para detectar posibles sustancias que las fueran a dañar, a ellas
o a sus futuros vástagos. Ahora, en pleno siglo veintiuno, siento que más que una habilidad es otra manera más que el destino usa para burlarse de las pobres gestantes.

Lo más desagradable de oler es que no se puede no hacerlo. Ropa que huele a humedad, el cigarro del vecino del piso de abajo (o de cinco pisos más abajo, no lo sé), la aceituna de la ensalada dos mesas más allá, el maldito boldo en la despensa, el mal aliento del taxista. 

Ya sea por el olor en sí, o por esta renovada intensidad en el percibirlo, esto suele tener como consecuencia un aumento en las náuseas y, en general, ganas de asesinar al resto de la humanidad. 

Y si usted tiene ganas de preguntar a una gestante de tercer mes por qué no se ve radiante y feliz ante el milagro de la vida, pregúntese primero a usted mismo si se echó desodorante ese día.

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